De Hiel y Brea


Mañana será otro día para olvidar lo que ha sucedido desde el punto ciego en la historia. Si lo conseguimos o no, dependerá de las ganas de elegir un bando. Llegar al progreso o, mejor dicho, al modelo europeo de civilización conlleva pensar en el desprendimiento de lo que alguna vez fue ancestral y que hoy no pasa de lo folclórico. Lo folclórico no siempre es divertido, de hecho, la idea de lo colorido se embadurna de hiel y brea cuando se profundiza en la cultura per se. En tal sentido, soñar con tener un parlamento como el sueco dentro de la ruralidad del Ecuador es, en efecto posible, pero a un costo tan alto que por el momento resulta más una utopía que una quimera. Tendríamos que desarraigarnos de nuestra otra mitad; la indígena. 


La cosmogonía indígena no admite a la justicia occidental como la catedral de la armonía, (a menos que refrenden sus caprichos carentes de todo tratado académico) sino que preconiza un método inexacto, vetusto y cruel de resolución de conflictos al que se le denomina como “justicia indígena”, pero que en el fondo no pasa del “ojo por ojo”. La justificación para el empleo del mismo, es la purificación del mal. Lo mismo ocurre con el entendimiento de la higiene con respecto a los alimentos. Partamos del pragmatismo para comprender lo anterior. Si un borrego puede ser despostado en un parque infantil de la Capital de la República a plena luz del día, simplemente será despostado. La racionalidad, entonces, resulta una mera conflagración retórica de banalidades escuetas, pues toda norma de fraternidad social queda supeditada al escarnio colectivo de las comunidades indígenas. 


Como un velo de misteriosas casualidades se han mezclado: el socialismo, los movimientos feministas de tercera ola (que bajo ningún motivo deben ser confundidos con el feminismo real) y el mundo indígena. Según Churchill, el socialismo no es más que la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria. Los movimientos feministas, por otro lado, entienden la diversidad del impulso sexual/animal como máxima para su existencia, aunque también tratan, en menor medida claro, temas como el aborto o la ecualización racial. Por último, el mundo indígena es eminentemente sexista, homofóbico y racista. A esta categorización hemos de excluir a las comunidades originarias de Imbabura, debido a su alto nivel de desarrollo económico, artístico y natural, que los acerca decentemente al liberalismo. 


Esta mezcla es el espíritu del infortunio actual en el país. Aunque resulte irrisorio, un mismo individuo puede expeler el aroma de las tres corrientes con el fin de ser aceptado, y más que eso, ser miembro de la élite intelectual de la sociedad.



La explicación, sin embargo, del porqué ocurre este fenómeno es muy simple. Después que muchos intelectuales de la década del sesenta y setenta sintieran, con justa razón, que las dictaduras militares reprimían su proceso creativo, tuvieron a bien rebelarse contra los gobiernos de aquel entonces. Tales nombres de un peso histórico irreductible se han marcado en el mármol más fino del Partenón latinoamericano, nombres como Piero, Cortázar, Sábato… A esto hay que acotar dos cosas. Primero: que no todos los grandes intelectuales eran de izquierda. Segundo: La amistad entre intelectuales siempre se vio y se verá comprometida por las diferencias políticas. Ahora bien, el modelo educacional que desgraciadamente se aplicó en el sistema de educación público del Ecuador, partiendo de la idea anti-represora, fue desgraciadamente el modelo marxista; así pues, tuvimos durante años un adoctrinamiento brutal que incluso hasta hoy, su deforme descendencia reza: “Si no eres de izquierda no puedes llamarte intelectual, solamente Vargas Llosa puede”. Es el rezago melancólico de la rebeldía que se transpiraba en los sesenta y los setenta lo que tienen todos los “sesudos”, como diría Montalvo, como estandarte de sus proclamaciones estériles sobre un mundo mejor. Por otro lado, la convergencia entre la conquista española y el capitalismo hace remembranza en el imaginario “progre” y los induce a refrendar su anterior desviación histórica con otra mucho mayor, de ese modo y no de ningún otro, predican en las plazas virtuales cual si fueran pastores evangélicos en un día soleado: Los españoles eran todos malos y los indios todos buenos. A mas de demostrar su superioridad imaginaria, denostan la historia niveles ridículos. Además, su apego al dogma de lo absurdo o lo que se conoce como “lo políticamente correcto” establece lineamientos peligrosos para la sociedad occidental que tanto desprecian sin darse cuenta que en otra no muy lejana ni si quieran existirían. 


En Rusia, Putin acaba de plantar la idea de incluir a Dios en la constitución para evitar el matrimonio homosexual. En las comunidades indígenas no hay tal cosa como un abogado. El feminismo tiene oídos únicamente en los países cuyo modo de producción es capitalista y cuya ideología es liberal. 


Las últimas luces de la semana enardecen las pupilas de los progres sesudos, o como yo prefiero llamarlos, “los gresudos”, y empiezan a derramar su confusión en redes sociales. Como ya mencioné antes, ellos poseen en su lado consiente, que es peor, aquellas tres palmetas al mismo tiempo; socialistas, feministas, indigenistas, sin darse cuenta que las diferencias que existen entre estas son abismales. 


En conclusión, la llegada al anhelado primer mundo se dará en el instante que aceptemos (sin reparo) el cosmopolitismo superlativo. Esta verdad es un camino extremadamente aterrador, puesto que para ello se debe heredar al olvido el concepto del mestizaje, destruir el mundo indígena, abolir la idea imposible del socialismo, y desarmar las premisas fascistas del feminismo, o lo que es lo mismo, desvanecerlo por completo. Es decir: seremos (falsamente) más empáticos o sea "superiores", cuando nos roboticemos del mismo modo que Europa, que cada día lo hace mejor. 


Nos queda pues elegir un bando y preguntarnos si queremos o no llegar a donde nos quieren llevar. Nos queda seguir soñando que podremos encontrar las respuestas a nuestras propias interrogantes sin la necesidad de calcar a nadie, y mientras que los gresudos se enredan en el laberinto del error, todavía podemos disfrutar de la realidad que acaece cuando una mirada nos sonríe con otra piel, otra historia y otros silencios en medio del ocaso espléndido de la libertad. 



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