El idioma del silencio
Sus dedos se abrazaron por accidente en el timbre del trolebús. Joaquín quiso disculparse, pero ella se adelantó con una sonrisa. El acordeón de la puerta desplegó la tristeza de un adiós inminente; así que él, que en un principio había sentido miedo de acercarse, cerró sus ojos, inflamó su pecho con un misterioso presentimiento y persiguió Lorena por una rambla forrada hojas yertas y crispadas. Y como si se tratara de alguna puerta tenebrosa, le tocó el hombro con suavidad, y ella sonrió de nuevo. Ninguno de los dos habló, ni ese, ni otro día, a pesar de que pocos meses después contrajeron matrimonio. Ella era sorda y él, el hombre más feliz sobre la tierra, pues había aprendido el idioma del silencio, que es el lenguaje del amor.
Comentarios
Publicar un comentario