La muerte del adjetivo
Apenas desperté, sentí unas ganas enormes de compartir artículos en Facebook, de mirar fotos en Instagram y de revisar el WhatsApp, en ese orden. Entonces descubrí que todos somos empleados de Mark Zuckerberg. Bueno, no todos, porque sólo unos pocos reciben salario. El éxito de esas plataformas radica en haber creado una lista inagotable de obreros sin responsabilidad de ningún tipo. Los medios tradicionales también son empleados suyos, pues nadie genera más morbo y trafico que estos. Mientras me hacía un café en la chuspa, pensé que ya nadie es gorda ni flaca, nadie es alto ni pequeño, nadie es fea ni linda. Nadie es nada. Estamos a la vera de la producción en masa. Caminamos cabizbajos creyendo que tenemos miedo de mirar. Pero no tenemos miedo de mirar, tenemos miedo de quedar mal por decir lo que pensamos. En otras palabras, tenemos miedo de hablar. Tenemos miedo de hablar como la gente y hemos, a su vez, empezado a pronunciar un lenguaje sin alma, el lenguaje de las máquinas, do