Siluetas Fugitivas [Microcuento] Jorge Santtori

La puerta se abrió lenta. El dorado de las bombillas hirió la niebla, y una silueta perforó la mañana... -Buenos días, Alejandro. -Buenos días, señor. ¿Qué serían jueves sin el café de la mañana? -No lo sé, mijo, y tampoco quiero averiguarlo. Un café, por favor. -¿Para Platón, cierto? -Cierto. Las monedas para locomoción resonaron sobre la barra. El hombre de ojos graves sonrió apenas. De pronto, la puerta se abrió nuevamente. Asomó una silueta, esta con vestido, medias veladas y un bolso pequeño. -Otro café, Alejandro. - dijo el hombre. -¿Para Platón? -¿Cómo se le ocurre, mijo? Para A-fro-dita. Luego de la sonrisa, el aroma del café les envolvió en un manto de nuevas ilusiones. Hace mucho que el hombre venía solo, pero esta vez se marchará acompañado por los faroles del bulevar Amazonas. Caminará ella de su brazo y entrarán juntos, casi pegados, a un motelito cercano. Abajo, el torrentoso correr de las suelas irá de norte a sur y de sur a norte —porque así es Quito—, ...